¿Es que acaso de Nazaret puede salir algo bueno? No es más que el hijo del carpintero... !Que venga y haga aquí lo que dicen que ha hecho en otras partes!
12.07.2006
Caminar sobre las aguas
10.18.2006
Santidad

Santidad. El caso no es empeñarse en eliminar por completo nuestras basuras sino en aprender a convivir con ellas evitando al máximo la contaminación, aunque para ello sea necesario desarrollar un método profiláctico tan eficiente que permita no contaminarse aunque se tenga que revolcar uno todo el día entre inmundicias. Sin ser ilusos, lo sano (¿lo santo?), accesible para nosotros, es mantener un nivel de basuras que no nos desborden y dejarnos tocar sólo por un tipo de infecciones no mucho más fuertes que nuestras defensas naturales y que puedan ser por lo menos controladas con los medicamentos que tenemos a mano. Si logramos sostener ese equilibrio le daremos espacio a nuestras defensas naturales para que se fortalezcan y ganaremos fuerzas para incinerar un poco más de basuras cada día.
Santidad siglo XXI. Hay un Proyecto que en sí mismo no tiene un objetivo que cumplir sino que se ocupa exclusivamente de crear el espacio y las condiciones que hacen posible el cumplimiento y desarrollo de todos los demás proyectos. Lo que Hace no es ser eficaz en ningún sentido particular sino establecer vínculos, propiciar asociaciones, incitar desplazamientos. Es como el sistema operativo de un computador, que no es un programa con funciones específicas determinadas y delimitadas sino que está ahí como telón de fondo para permitir (haciendo todo lo que haga falta hacer de la manera más discreta y eficiente posible…) que los programas “corran” y cumplan cabalmente las funciones para las que fueron creados. Pónganle el nombre que quieran a ese proyecto: contemplativo, místico, artístico. Yo agregaría: Nazaret. Espiritualmente hablando no es momento de crear nuevos programas -estamos saturados de programas-, es momento de actualizar y agilizar el viejo y fatigado sistema operativo antes de que nuestra totalidad colapse en el caos interno generado por tantos programas queriendo correr desenfrenadamente al mismo tiempo. Cuestión de colocarle acentos a las prioridades.
10.16.2006
Señales

Cierto es que la tendencia humana más fuerte consiste en buscar aquello que llena el estómago, pero también cierto es que hay hombres y mujeres -quizá la mayoría- que no tienen oportunidad de ver señales porque no hay casi nadie que se dedique a ese oficio: generar señales. Y generar señales consiste en obrar, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les da el Hijo del hombre. No importa que los seres humanos permanezcan encerrados en su tendencia desaforada a buscar solamente aquello que les llena el estómago “hasta saciarse”, por más que quieran no pueden arrancar de sus entrañas esa brújula interna que los hace desear, a favor de lo mejor de sí mismos, de su identidad divina, ver señales. Y cuando logran ver una señal les brotan de donde menos esperan, gestos, palabras y sentimientos de vida eterna. Ser cristiano, ser seguidor o seguidora de Jesús de Nazaret, es dedicarse al oficio de generar señales, no porque dejemos de responder a las necesidades del estómago, sino porque solamente quienes viven ya la vida eterna, quienes generan y reconocen las señales, pueden vivir una justicia divina, la única que multiplica el pan para todos y todas sin imponer ninguna forma de injusticia o de opresión a nadie. Quien genera señales provoca, quien provoca despierta, y quien despierta vive y hace posible que otros vivan la vida eterna.
9.22.2006
Monjes hoy
“Mi hipótesis es que lo monacal, es decir, el arquetipo del cual el monje es una expresión, corresponde a una dimensión de lo humanum, de modo que todo ser humano tiene potencialmente la posibilidad de realizar esa dimensión. Lo monacal es una dimensión que tiene que ser integrada a otras dimensiones de la vida humana para conseguir lo humanum. No sólo de pan vive el hombre.”
“Me hago eco de la tradición que ve al monje como un ser solitario (no un aislado), viviendo quizá en una familia (espiritual), pero no como miembro de un mundo encerrado en sí mismo. La vocación monástica es esencialmente personal.”
“Creo que la tarea monástica más urgente hoy es buscar a Dios por los caminos de la política, la sociedad, la economía, la ciencia y la cultura, y no buscarlo perpetuando instituciones automarginadas y apolíticas, olímpicamente distanciadas de las cuestiones económicas, que rehúsan con aires de superioridad las disputas científicas, y se proclaman refinadamente supraculturales. Un Dios así sería una abstracción, no un Dios viviente ni ciertamente (en el ejemplo de la tradición judeo-cristiana-islámica) el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob”.
“Primero: necesidad de formación. El primer paso hacia la formación es una in-formación autentica. Las tradiciones monásticas, en general, no tienen suficiente conocimiento del estado del mundo, el cual empeora y se debilita de día en día. Con esto no quiero decir que deban ser informados, a través de los medios modernos de comunicación o periódicos, de la última noticia de lo que está ocurriendo en algún lugar, etc., que sólo serviría para distorsionar la visión y la perspectiva genuina de la aventura global de la realidad en su camino hacia el centro, hacia su destino como quiera que lo interpretemos. Pero hay una gran falta de información. Esta arrogante despreocupación o desinterés o indiferencia ante las cuestiones del mundo, actualmente sólo puede aparecer como la menos monástica de las virtudes, ya que fomenta la crueldad de la indiferencia, la insensibilidad y la ignorancia culpable. Muchos anacoretas de tiempos antiguos se hicieron cenobitas con el fin de ser medios de edificación para sus hermanos.
Quizá los nuevos monasterios deberían ser centros donde se estudie y se cultive la verdadera “construcción” del mundo.
Segundo: un estudio contemplativo o una aproximación profunda a estos problemas, de modo que no se consideren como simples cuestiones técnicas o como simples datos informativos, científicos o logísticos. Los dilemas globales de hoy no están sujetos a soluciones inmediatas o técnicas, así que todo lo que hemos estado diciendo aquí acerca de la contemplación debería tener un apoyo directo en el modo como abordamos los problemas humanos urgentes de la vida de cada día: sociedad, política, ciencia, cultura, etc.
Debería surgir una metodología sui generis que integre la actividad de la contemplación y la vida de acción contemplativa. No quisiera que se interpretasen mal mis palabras como si tal estudio se tuviese que reducir sólo a cuestiones sociológicas. Un conocimiento en profundidad de la propia tradición, por ejemplo, es igualmente imperativo. Además, ya no podemos conocernos a nosotros mismos correctamente sin conocer a nuestros vecinos, e incluso sus opiniones sobre nosotros. El conocimiento de otras tradiciones espirituales es también un imperativo monástico.
Tercero: una invitación a la acción. Para el monasticismo, invitar a la acción no significa activismo o un simple politiqueo.
(…)
El monasticismo tradicional convertía los monasterios en un politeuma (pertenencia al cuerpo social, unidad política), un modelo de comunidad en simbiosis con el mundo del entorno. Pero lo que una vez fue simbiosis puede convertirse en parasitismo si no se restablecen la comunicación y la comunión. Esta visión del monje se puede interpretar como idealista y utópica. Me reconfortó leer en el suplemento de la Nueva Enciclopedia Católica (1979) que el “instinto monástico es profético”. Sin querer identificar los dos carismas, no se puede negar que el nuevo monje ya no se siente satisfecho con una fuga mundi e intenta realizar una consecratio mundi de forma muy especial, una consagración de las estructuras espacio temporales: lo que he llamado secularidad sagrada.
Y aquí me siento impulsado a hacer una propuesta concreta a la luz de todo lo que hemos dicho. Va en contra de mi estilo, porque la historia demuestra que las cuestiones de este calibre no pueden ser resueltas organizando comisiones, sino más bien con el esfuerzo y la experiencia de unas pocas almas valientes. Quisiera transmitir la urgencia de construir una comisión o un grupo, o un simposio sobre la formación monástica en nuestro mundo contemporáneo. Esto podría quizá crear la atmósfera propicia para que se produzca un cambio más existencial. El tiempo no puede estar ya más maduro.
“La crisis de nuestro período contemporáneo y al mismo tiempo su más grande oportunidad y vocación es comprender que el microcosmos humano y el macrocosmos material no son dos mundos separados, sino una y la misma realidad cosmoteándrica, de la cual, precisamente, la tercera dimensión “divina” es el vínculo unificador entre las otras dos dimensiones de la realidad”. (Raimon Panikar)
Es un hecho que hoy esas pocas almas valientes, donde estén, a pesar de la insipiencia de sus búsquedas y resultados, están llamadas a posponer de alguna manera su necesidad y deseo (eremítico) de soledad y aceptar un compromiso comunitario (cenobítico), poniendo todos sus esfuerzos y experiencia al servicio de la edificación de sus hermanos, intentando ser educadores-formadores de ese nuevo tipo de ser humano (monástico) capaz de realizar un verdadero estudio contemplativo de la realidad, generando espacios (“centros”) donde se cultive la verdadera «construcción» del mundo, y creando la atmósfera propicia para que se produzca un cambio más existencial. Sin embargo, esta aparente claridad no lo es tanto cuando se está en medio de la realidad y se intenta construir. Hace falta ciertamente renunciar a algo y atreverse a las comisiones, pero hacerlo de tal forma que no volvamos a caer en otros discursos que pretenden manipular desde afuera la realidad y no logran producir un cambio realmente existencial. Y no es fácil. Hace ya mucho tiempo que estamos estancados ahí, porque nosotros mismos, lo que somos, es la trampa. Lo que habría que hacer es dejar surgir una metodología sui generis que integre la actividad de la contemplación y la vida de acción contemplativa, que nos permita dejarnos llevar por la urgencia de construir una comisión o un grupo, o un simposio sobre la formación monástica en nuestro mundo contemporáneo, pero manteniendo por lo menos la mitad del ser fuera de ese movimiento, intentando sumar el propio esfuerzo y experiencia individuales al de las pocas almas valientes que se enfrentan, arriesgando cada día su propia identidad, al verdadero calibre de estas cuestiones. Y en este sentido, la forma un poco «clandestina» como Carlos de Foucauld vive su vocación monástica al interior de una opción radical por la construcción de Fraternidad, es un aporte muy pertinente -de mucho calibre- para encontrar respuestas eficaces y equilibradas. En la práctica, la espiritualidad de Nazaret consiste en entrar en comunión con el gesto amoroso de Dios en la Encarnación. Esta no es una exigencia teórica, o moralista, o voluntarista, o afectiva, o ideológica: es una exigencia de ritmo. Y es la manera de ser de Dios en Jesús de Nazaret la que nos enseña el ritmo propio de nuestra vocación. Llamamos ritmo a los movimientos que, con todo nuestro ser, debemos realizar para llegar a SER Eucaristía. Es la manera concreta de vivir nuestra vocación contemplativa eucarística. (Algunos sinónimos de la palabra ritmo que pueden ayudar a una comprensión mayor, son: sinfonía, simetría, regularidad, equilibrio, compás, acento, cadencia…) La Fraternidad de las Hermanas y Hermanos del Sagrado Corazón de Jesús de Carlos de Foucauld es una familia espiritual llamada a vivir en su interior una diversidad de parentescos espirituales. Para nosotros Nazaret, más que una forma, un estilo de vida determinado y establecido de antemano al cual haya que ser fieles de manera rígida y estricta, es un ritmo propio que cada persona está llamada a descubrir en y por sí misma, a través del cual puede realizar su vocación eucarística. Para nosotras y nosotros vivir Nazaret no es hacernos responsables de un estilo de vida universalmente establecido, supuestamente muy valioso, que se tendría que proteger y dispensar de una manera «correcta». Es más bien la invitación a dejarnos recrear, nacer de nuevo hoy, reconociendo en nuestras vidas la presencia y la acción misericordiosa de Dios, Señor de lo imposible, capaz de sanar todas las heridas (C. E.1). La aventura espiritual de Carlos de Foucauld, los frutos de su fidelidad al Espíritu más allá de sus propias limitaciones humanas, nos enseña que la espiritualidad de Nazaret está llamada a nutrirse con plena libertad de todo lo que le permita, según las circunstancias, desarrollar su eficacia espiritual. Sin esa libertad las intuiciones espirituales de Carlos de Foucauld pierden su fertilidad. Vivir Nazaret es establecer canales de comunicación para dejarse fecundar, para llegar a SER hombres y mujeres que acogen y celebran la riqueza de vida que gratuitamente se les da y afirmándose en ella, sin hacer ningún caso de sus propios límites y defectos humanos, la ofrecen a los demás, gritándola con toda su vida, para que ellos puedan también reconocerla y ser felices como el corazón de Dios desea que lo sean (C. E. 1). La apertura al deseo de Dios que quiere vivir en nuestros corazones los mismos sentimientos que vivó el Corazón de Jesús en Nazaret (C. E. 4), hace que nuestra vocación sea contemplativa, eucarística, y también monástica, porque El fruto que estamos llamados a dar no es una construcción exterior a nosotros mismos. Nuestra seguridad y felicidad nacen de saber que lo que está sucediendo en nuestras entrañas es YA el fruto (C. E. 15). Nuestro testimonio, nuestro Ser que busca adecuarse cada vez más al ritmo y a la manera como Dios construye, hace que sin salir del mundo no seamos del mundo y con nuestra presencia defendamos de la acción del maligno el corazón de todas las situaciones en las que debamos intervenir. Jn. 17, 14-15. (C. E. 26). El convencimiento de que lo que está sucediendo en nuestras entrañas es YA el fruto no nace de ninguna autosuficiencia humana: es un don que se nos hace. Es el tesoro de nuestra propia santidad al cual accedemos mediante la opción de SER eucaristía. Afirmados en ese don nos atrevemos a vivir los acontecimientos que la vida nos impone, como seres humanos “resucitados” que han empezado ya una vida nueva (C. E. 13). Desde luego, cuando decimos que Nazaret no es un estilo de vida preestablecido al cual debamos ajustarnos mecánica y rígidamente, no pretendemos afirmar que la espiritualidad de Nazaret se pueda vivir de cualquier manera. Como Fraternidad de Hermanas y Hermanos del Sagrado Corazón de Jesús de Carlos de Foucauld, estamos llamadas y llamados a vivir Nazaret dándole a nuestro SER un equilibrio humano y espiritual que surge principalmente de la utilización, o más bien del «cocimiento» propio y original -en cierta medida y proporción- de los ingredientes que la espiritualidad cristiana ha venido desarrollado a lo largo y ancho de su historia. Decimos que nuestra vocación es contemplativa, eucarística y monástica, para afirmar al mismo tiempo algo viejo y establecido y algo nuevo que todavía busca los lenguajes, las formas y estructuras que le permitan explicitar y afirmar su propia identidad. Con mucho gozo nos sentimos llamadas y llamados a alimentarnos de las riquezas contemplativas, eucarísticas y monásticas que la vida de la Iglesia ha acumulado en su interior. Nuestro punto de partida, más que pretender algún tipo de aporte original que pudiera sumarse a esa gran riqueza, es determinar en qué medida y de qué manera vamos a integrar en nuestro SER esos diferentes ingredientes para «cocinar» el alimento espiritual que nos dará la identidad vocacional a que estamos llamadas y llamados en el mundo y las circunstancias de hoy. Sin embargo, no podemos desconocer que el mundo y las circunstancias de hoy aportan a la construcción de lo humano y lo espiritual ingredientes novedosos que ningún otro momento de la historia ha conocido, y que hace parte de nuestra responsabilidad humana y espiritual, de nuestra «encarnación», integrar en nuestro SER esas novedades de la forma como en nosotras y nosotros quiera hacerlo el Espíritu. La mayoría de las notas con las cuales estamos llamadas y llamados a componer nuestra sinfonía espiritual son antiquísimas, pero parados, encarnados, en el mundo y las circunstancias de hoy, no podemos recaer en composiciones del pasado. Esa no sería vida sino muerte. Tenemos que ser capaces de intuir, en medio de la noche y de un aparente caos, los sonidos que responden a las búsquedas espirituales de los seres humanos que somos hoy; y tenemos también que ser capaces de integrar los sonidos tradicionales y los nuevos sonidos que desde ese hoy se nos ofrecen (o se nos imponen) como novedad radical, y hacer de nuestro propio SER, viviendo ya como resucitados, el lugar donde esa totalidad se ordena y se integra, dejando que el Espíritu le de forma que quiera a nuestra identidad nazarena. Es así como hoy estamos llamadas y llamados a ser contemplativos, eucarísticos y monásticos. El Espíritu no inventa: responde. Responde a través de las vocaciones que dispensa. Y al responder integra, reconcilia, corrige, restaura. Nuestra vocación es al mismo tiempo la explicitación y el reconocimiento de algo que ya vivimos de alguna manera quienes estamos siendo llamados a ella, por lo menos al nivel de nuestros deseos más profundos, y también es una respuesta que el Espíritu le da desde nuestro SER, desde el Ser que Él realiza en nosotras y nosotros, a las búsquedas más urgentes y esenciales de los seres humanos de hoy. La identidad contemplativa nos llama a vivir una unidad dentro de la cual nuestro SER y nuestro hacer son una misma cosa. Lo que somos es lo que hacemos. Pero la fidelidad a ese llamado nos obliga a aceptar la oscuridad de «no saber» cuáles son nuestras verdaderas consecuencias, «no saber» qué es lo que el Espíritu a través de nosotros le aporta a la construcción de lo humano a imagen y semejanza de Dios. Ese vacío, ese silencio, ese no saber, son gestos proféticos en medio de un mundo en el que las causas y los efectos, las ganancias y los beneficios, son lo primero que se calcula. Es así como somos hojas en blanco para que Dios escriba en ellas su historia sagrada. Ese abandono pudiera ser entendido a primera vista como un desentendimiento, como una falta de compromiso, o como una manera egoísta y narcisista de centrarnos en nosotros mismos. Sin embargo, sólo nuestra propia divinidad nos permite liberarnos de las falsas imágenes de lo humano a las que inevitablemente estamos sometidos mientras no nos atrevamos a dar un paso radical fuera de nosotros mismos. Todo compromiso humano que no pase antes por ese vacío, por ese silencio, por ese «no saber», no es más que una multiplicación cancerosa de nuestros talentos espirituales. Pero, irónicamente, inexplicablemente, la negación radical, dar realmente ese paso fuera de nosotros mismos, lo que hace es colocarnos en nuestro verdadero centro. Mientas permanecemos en nosotros mismos no somos nosotros mismos y no podemos actuar. Sólo cuando salimos ocupamos nuestro verdadero Ser y sólo ahí podemos afirmar que hemos hecho algo, aunque nuestro nivel de responsabilidad con respecto a ese algo se juega en un fondo que aunque lo «somos» no lo podemos alcanzar con nuestra sola humanidad. En términos de divinidad, de nuestra propia divinidad, no podemos hablar de narcisismo porque la plenitud lo abarca todo, no puede generar ninguna imagen de sí misma frente a la cual cuestionarse, simplemente ES.
9.18.2006
Monjes
“Los hombres sencillos que vivieron sus vidas hasta una edad avanzada entre las rocas y la arena, lo hicieron sólo porque habían venido al desierto para ser ellos mismos, su ser ordinario, y para olvidar un mundo que los apartaba de sí mismos. No puede haber otra razón válida para buscar la soledad o para abandonar el mundo. Y así, abandonar el mundo es, de hecho, ayudar a salvarlo al salvarse uno mismo. Este es el punto decisivo, y es un punto importante. Los eremitas coptos, que dejaban el mundo como quien huye de un naufragio, no intentaban sólo salvarse ellos mismos. Sabían que no podían hacer nada por los demás mientras permaneciesen debatiéndose en el naufragio. Pero una vez que conseguían un punto de apoyo en terreno sólido, las cosas eran diferentes. Entonces tenían no sólo el poder sino incluso la obligación de tirar del mundo entero para ponerlo a salvo tras ellos.
Esta es su paradójica lección para nuestro tiempo. Tal vez fuese demasiado decir que el mundo necesita otro movimiento como el que condujo a estos hombres a los desiertos de Egipto y Palestina. El nuestro es ciertamente un tiempo para solitarios y eremitas. Pero la mera reproducción de la simplicidad, austeridad y plegaria de aquellas almas primitivas no es una respuesta completa o satisfactoria. Debemos trascenderlos, y trascender todos aquellos que, desde su tiempo, fueron más allá de los límites que ellos fijaron. Tenemos que liberarnos, a nuestra manera, de las implicaciones de un mundo que se precipita en el desasatre. Pero nuestro mundo es diferente al suyo. Nuestro compromiso con él es más completo. Nuestro peligro es mucho más desesperado. Nuestro tiempo es, quizá, más corto de lo que pensamos.
No podemos hacer exactamente lo mismo que ellos hicieron. Pero hemos de ser tan concienzudos e implacables en nuestra determinación de romper todas las cadenas espirituales, y desechar el dominio de coacciones ajenas, para encontrar nuestro verdadero ser, para descubrir y desarrollar nuestra inalienable libertad espiritual y emplearla en construir, en la tierra, el Reino de Dios. No es éste el lugar para especular lo que nuestra elevada y misteriosa vocación pueda traer consigo. Todavía se desconoce. Sea para mí suficiente decir que necesitamos aprender de estos hombres del siglo IV cómo ignorar prejuicios, desafiar coacciones y adentrarnos sin miedo en lo desconocido”.
9.07.2006
Hijos
8.23.2006
Hoja de Ruta
7.05.2006
Rigidez
Siempre hay una forma de construir. Entre el “mansos como palomas” y el “astutos como serpientes” hay una variedad infinita de territorios, de posibilidades; los matices, las variaciones, las combinaciones, son inagotables. Diez por ciento de mansedumbre y noventa por ciento de astucia, o setenta y cinco por ciento de mansedumbre y venticinco por ciento de astucia, las proporciones se pueden multiplicar indefinidamente. La sutileza de los ingredientes y la cantidad invertida de cada uno son un abanico dispuesto en el que caben toda clase de acciones, de actitudes, de iniciativas... de silencios. Siempre hay una manera de construir visible o invisible, directa o indirecta, comprensible o misteriosa; los caminos parecen agotarse, los abismos cortan el paso en el momento y en el lugar más inesperado, pero, sin embargo, en las orillas, en los rincones, en las esquinas, hay un sendero que quizá no haya sido transitado nunca y que conduce sorpresivamente hasta el otro lado. A veces ni siquiera hay que buscarlo porque es él quien nos encuentra, suele suceder que lo estamos transitando ya sin darnos cuenta; afuera lo único que nuestra vista reconoce es un desierto, pero, sin saber cómo ni por qué nuestros pasos son conducidos misteriosamente, caminamos sobre el sendero adecuado aunque nos sintamos hundidos en la nada.
Un ser humano a lo largo de toda su existencia está llamado a moverse dos o tres veces, el resto consiste en obedecer. El problema es que tanta obediencia tiende a hacernos sumisos, borregos, lerdos, temerosos, y en eso también está la sabiduría, en saber sacudirse a tiempo, en correr los riesgos adecuados en el momento propicio.
El equilibrio entre lo que se nos da y que estamos llamados a obedecer y la propuesta que se espera de nosotros: un contrapunteo difícil de sostener porque según el lugar, las circunstancias, el tiempo, hay que acentuar uno u otro extremo para poder mantener una posición que nos permita caminar. Hoy por ejemplo estamos frente al hecho de que hemos embarrado tanto las fuentes de lo que se nos da, que por más esfuerzos que hagamos para discernir casi siempre terminamos empantanados en nuestra propia basura. Por eso es hora de proponer, aceptando que dado nuestro actual estado de inevitable ceguera, en algo o en mucho esas propuestas pueden no estar en comunión con aquello que se nos da, pero son el paso pertinente para poder continuar andando y no resignarse a ser idiotas útiles al servicio de lo viejo. No lo niego: sospecho que quizá haya en esto un cierto tinte suceptible de ser calificado como espíritu «sectario».
7.03.2006
Lo que falta
6.29.2006
Lo nuevo
6.28.2006
Veamos las cosas como son
“Hay en la Sagrada Escritura una palabra de la que, creo yo, hemos de acordarnos siempre, y es que Jeruralén fue reconstruida in angustia temporum (Daniel). Hay que contar con trabajar durante toda nuestra vida in angustia temporum. Las dificultades no son un estado pasajero que hay que dejar pasar como una borrasca, para volver al trabajo apenas se calma el tiempo. No. Son el estado normal. Hay que contar que toda nuestra vida, para todo lo bueno que queramos hacer, estaremos in angustia temporum…”Carlos de Foucauld
Establecerse en la vida de una manera «ilógica» que le deje a Dios el cuidado de procurarnos los medios… ése es el establecimiento, la encarnación, que genera vida y que comunica, más allá de todas las apariencias forzadas y retóricas de convivencia y solidaridad; es el establecimiento que le da a nuestros actos una eficacia divina. Evangelizar desde Nazaret es crear las condiciones, en todos los campos y niveles de las actividades humanas, que hagan posible la existencia de seres humanos capaces de establecerse en la vida de esta manera, capaces de gastar su vida en un oficio que además de mantenerlos en una angustia e incertidumbre constantes, no les promete prácticamente ninguna eficacia visible. Es atreverse a fundar sobre la nada estructuras invisibles que no florecerán antes de mucho tiempo; solamente así este mundo y los seres humanos que somos podremos ser salvados. Y además tenemos que ser capaces de anunciar esta forma «ilógica» de establecernos en la vida, pero divinamente eficaz, como lo que es en realidad: una Epifanía, una manifestación de Dios en medio del mundo y de los seres humanos tal como son hoy; tenemos que explicitar, primero ante nosotros mismos, que ésta es nuestra manera de aportar a la construcción de un mundo y de un ser humano nuevos, una manera que no por ser divinamente eficaz es humanamente ineficaz, sino todo lo contrario, que por ser divinamente eficaz es también la realización más plena posible de nuestro ser de hijos e hijas de Dios. ¿Cómo lo explicitamos? Mediante una fidelidad radical y terca a colocarnos en la vida de tal forma que si Dios no nos da los medios para continuar no podamos hacer nada.
6.20.2006
Cada día tiene su afán
Mt 6, 31-34
¿Cómo esperar hoy, siendo nuestro hoy lo que es, y siendo los que somos hoy, un mañana mínimamente optimista? ¿Cómo alimentar una esperanza medianamente creíble de que haciendo algún tipo de esfuerzo vamos a poder orientar en una dirección diferente todas esas fuerzas desbocadas que nos arrastran hacia el caos? Nunca ha sido tan perfectamente inútil «preocuparse por el mañana». Es un hecho cada día más evidente que la especie humana está empeñada en el suicidio: quiere devorarse a si misma. Bueno, quizá no toda la especie humana esté implicada en semejante estupidez pero quienes detentan el poder lo manipulan de tal forma que queramos o no todos estamos siendo engullidos por esa espiral vertiginosa. El poder ha llegado a ser tan poderoso, tan sutil y omnipresente, que está a punto de lograr contaminar con su dinámica caótica todos los reductos de la especie humana; es de tal magnitud que ya no depende ni siquiera de quienes creen que lo detentan, es una entidad independiente capaz de metabolizar TODO lo que somos y transformarlo en alimento, destruyendo aquello que tendría la posibilidad de oponérsele: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las alturas (Ef 6, 12).
6.12.2006
Contar con el otro
Esa muerte que le da paso a la vida espiritual del otro implica inevitablemente una decepción. Es una muerte que se nutre de la aceptación de que es inútil esperar respuesta. Ningún ser humano es capaz de llenar el hueco que ocupa la sed de otro ser humano. Pero es a partir de esa decepción -tan dolorosa como grande sea la sed- que se puede empezar a transitar el camino hacia Dios en la espera de que el otro (el otro que si es capaz de llenar el hueco que ocupa nuestra sed) nos sea dado. Es la Gracia de Dios actuando en el otro la que a través de su realidad humana concreta y limitada me responde, por eso, de lo que tengo que apropiarme para no dejar escapar la respuesta, no es del otro, es de la Gracia que lo ha elegido a él para responderme. Una relación humana tiene sentido espiritual sólo si cada uno asume al otro como canal de respuesta de la Gracia de Dios a las aspiraciones Reales (es decir: divinas) de su SER.
6.07.2006
Carlos de Foucauld
6.02.2006
Paternidad
5.30.2006
Hechos
5.29.2006
Rito
Quiere Nuestro Señor que yo me encamine a mi pasión con majestad de Reina.
Isabel de la Trinidad
El tiempo como la eternidad comenzada. Y el oficio humano como ir siempre adelantando en la eternidad. Para poder escribir lo que realmente deseamos y necesitamos escribir, tenemos que ser santos. Es la santidad la que nos devuelve la Palabra, el lenguaje. Por fuera de ella lo único que se puede hacer es garrapatear símbolos sin sentido. Todos los lenguajes humanos no pueden aspirar a nada distinto que ser manifestación de Dios, epifanía, alabanza de su gloria. Sólo puede ser Palabra aquello que es un paso de vuelta al silencio esencial que está en contacto y revela la Unidad de la cual brota todo.
En un mundo en que millones de seres humanos son obligados a vivir una agonía injusta, colgados en cruces que les repugnan y que quisieran evitar a toda costa, Dios le pide a una joven que se encamine a su pasión con majestad de Reina. Irónica manera de decirnos que Ahí, en lo más hondo del abismo de nuestra nada, de nuestra miseria, es donde se hallará frente a frente con el abismo de la misericordia, de la inmensidad, del todo de Dios; allí es donde hallaremos la fortaleza de morir a nosotros mismos, y perdiendo nuestras propias huellas, quedaremos trocados en amor. Perder nuestras propias huellas y quedar trocados en amor, ¿qué otra salida nos queda? La misericordia: desatar el mundo, desatarlo en nosotros mismos y dejar que sea el lugar santo que es en la voluntad, en la realidad de Dios. Imponer en nosotros la eternidad mediante la obediencia a un ritmo que explicite, que actualice, la santidad del presente. Esa es la única manera de actuar, de hacer algo. Vivir en el interior de un rito perpetuo. Como las mujeres y los hombres del mundo andino.
5.27.2006
Comunicación
Teresa de Jesús
¡Ay Teresa, qué cosas dices! Entonces hay que lograr que lo que puedan pensar de nosotros sea lo «necesario», según la situación y los interlocutores, para que hagan efecto nuestras palabras. Estoy de acuerdo en que quien convence primero es el Ser. En el imperio de los disfraces, de las manipulaciones mediáticas, no nos queda otra que ser capaces de pasar, con nuestro ser, por encima de los ropajes del otro, para establecer comunicación con su ser, porque sólo a ese nivel se puede dar un verdadero diálogo. Eso quiere decir que se puede dar perfectamente el caso de estar comunicándonos muy profundamente con otro que cree o piensa que no se está comunicando con nosotros, o incluso que somos sus enemigos. No sabemos en quién nuestras palabras harán efecto realmente, es decir, no serán sólo intercambio de ropajes, de apariencias, sino sacramento, comunión. Y muchos de quienes creen o piensan estarse comunicando porque usan entre ellos muchas palabras, pueden estar en realidad a años luz de encontrarse. Nunca se sabe con quien uno se está realmente comunicando. Por eso, cundo lo interpelan diciéndole: -Oye, tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablar contigo, Él contestó: ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: Aquí están mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que pone por obra el designio de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre (Mat. 12, 47-50). Hacer la voluntad de Dios es lo que nos permite la manifestación real de nuestro ser. Por eso sólo quienes hacen la voluntad de Dios son dueños de su ser y pueden establecer comunicación, aunque en el plano de las apariencias humanas no den señales de estarse comunicando. Es a ese nivel que se desarrollan nuestros verdaderos parentescos, que hacemos parte de una familia. Por eso, a pesar de que en esa circunstancia concreta pareciera que la comunicación entre Jesús y su madre se cuestionara, incluso que se rompiera, nadie como ellos estaban en una más plena comunicación en el sentido de que ponían por obra, fielmente, el designio del Padre sobre cada uno. Son técnicas contemplativas de comunicación.
5.22.2006
Ceguera
5.19.2006
Sur/Norte
El problema, desde el punto de vista personal para alguien del sur, es que aunque permanezca tan esclavizado de su dependencia como lo están sus compadres del norte de su prepotencia, es allí, inexorablemente, en medio de la destrucción que le impone la dependencia, donde tiene que aprender a vivir la afirmación desquiciada y en principio poco eficaz de su vitalidad propia. No dispone de otro punto de partida menos viciado y más propicio, ni tampoco dispone de otra forma de lucha que le ofrezca la posibilidad de triunfar. Si no es lo que es, está muerto. Tiene que vencer una doble tentación: someterse renunciando a su ser, entrando en una vivencia esquizofrénica y subterránea que le permita escasamente sobrevivir; o encerrarse en sí mismo intentando alguna forma de auto-afirmación que no pase por el diálogo y la confrontación con el otro que lo amenaza y lo niega. Cada uno de estos extremos lo conduce a la destrucción. A medida que la globalización avanza, los escenarios en que cada hombre y mujer del sur deben enfrentar esta doble tentación se hacen más complejos, y desgraciadamente la mayoría de veces están allí como actores inconcientes del drama que los convoca, ya sea porque son manipulados desde afuera, o porque no tienen los medios necesarios, o no están dispuestos a transitar el camino que puede convertirlos en los dueños y orientadores de sí mismos. Claro que no existe Un camino, existe la aceptación perpetua de la confrontación, la búsqueda permanente, el reto diario de utilizar la realidad para dar pasos en la dirección escogida: una dirección que casi siempre es insinuada apenas por brevísimos estallidos de luz en medio de las tinieblas. El ser humano del sur no es un técnico ni un científico, es un místico, y debe aceptar lúcidamente su vocación sabiendo que incluso en medio de su propia exhuberancia tendrá que enfrentarse otra vez con la nada, con la no-instalación, porque un místico no está capacitado para conformarse con lo parcial, con lo incompleto, y no deja de moverse hasta ser consumido por el fuego del milagro absoluto. Renunciar a su vocación no lo transforma en otro sino en un monstruo deforme, en una caricatura de sí mismo. No podemos ni siquiera imaginarnos lo que será el mundo cuando sean los místicos quienes estén a la cabeza, cuando quienes estén a la cabeza renuncien a toda forma de estar a la cabeza... sin eludir su responsabilidad. Pero ese día se está construyendo ya.
Guía para Turistas

Han dicho que no se sabe por qué este pueblo tomó la decisión de taponar las puertas de sus templos y partió dándole la espalda a la sabiduría acumulada durante siglos y siglos de paciente observación y medición de las estrellas. Corre todavía el rumor de que eran gentes muy poderosas que llegaron a controlar fuerzas secretas y misteriosas de la naturaleza. Los estudiosos no se han puesto de acuerdo pero la hipótesis más plausible es la de la gran hambruna: el clima cambió, las fuentes de agua se secaron y se vieron forzados a partir. Una vez abandonado el centro ceremonial, los clanes vagaron por montañas y desiertos buscando lugares propicios para nuevos asentamientos y al fragor de la lucha inexorable por la supervivencia cotidiana toda su sabiduría se perdió.
Hay sin embargo otra hipótesis a la que yo me atrevo. La que dice que su decisión no fue forzada por ningún elemento externo sino que fue -¡quién lo creyera!- precisamente el culmen más alto de su sabiduría, la forma más plena que llegó a conocer ese pueblo de controlar las fuerzas secretas y misteriosas de la naturaleza. Esta hipótesis implica no sólo un cálculo mental y abstracto de probabilidades antropológicas, sino abrirse a la consideración de que los seres humanos quizá somos radicalmente otros. El hecho de que en determinado momento de nuestra evolución nos hayamos podido parcializar en un sentido equis, no quiere decir que dejáramos de ser una unidad en la que al lado de lo que ahora nos parece perfectamente lógico, se mantienen latentes, querámoslo o no, veámoslo o no, posibilidades de movimiento en sentidos ye o zeta que vistas con la lente de nuestra actual lógica pueden incluso parecer inhumanas o desquiciadas. Abandonar voluntariamente la seguridad y el bienestar de cómodas y macizas construcciones de piedra para vagar por desiertos y montañas, acosados por el frio y el hambre, y vivir ese abandono, con todas sus consecuencias, como un gesto de plena sabiduría, es algo que los seres humanos que somos hoy rechazamos con repugnancia... pero quizá es también algo que ese radicalmente otro que no hemos dejado de ser anhela con una atracción irresistible, no porque sea tan estúpido que le guste vagar por desiertos y montañas pasando hambre y frío, sino porque la vida que lo habita necesita restablecer un equilibrio y una armonía sin los cuales la muerte le copa cada vez más espacios. Los pueblos y los seres humanos que pierden el contacto con la aventura esencial de su supervivencia van camino de la muerte. Así las cosas no resulta tan ilógico partir sin mirar atrás dándole la espalda a la sabiduría acumulada durante siglos y siglos de paciente observación y medición de las estrellas, vagando por montañas y desiertos, soportando hambre y frio buscando lugares propicios para nuevos asentamientos...
La tierra es dura, árida, reseca, las grietas se multiplican como cicatrices, como si el rostro del mundo hubiera sido herido una y otra vez a lo largo de siglos incontables, y como si esas heridas se hubieran ahondado poco a poco buscando a quién sabe qué profundidades ese lugar secreto y azul en el que permanece dormida la madre de las aguas. Pero los habitantes de ese gesto silencioso, los hombres y mujeres que cosechan su pan en esos surcos, los testigos pacientes del milagro, saben, como solamente pueden saber aquellos a quienes se les ha negado la palabra, es decir, con sus entrañas, que lo que sucede en realidad no es muerte sino vida. Sepan hombres y mujeres de estas tierras, que son ustedes parte de la vanguardia, la luz de nuestra raza extraviada...
• Frank Michel, en Le Monde Diplomatique:
En la bolsa de los turistas encontramos de todo. Hasta esos «reality tours» que consagran el éxito de un turismo políticamente correcto. De moda, sobre todo en Estados Unidos, comercian con la miseria. Como Global Exchange, una asociación de San Francisco que se ha especializado en los viajes a los lugares de explotación y de conflicto del planeta. Su catálogo propone, entre otras, una exploración californiana por los centros de detención de menores; otra en las llanuras del centro donde pueden encontrar trabajadores «que garantizan la cestita de fresas y se ven afectados por la toxicidad de los pesticidas. Las secuoyas del norte de California, y la deforestación que amenaza al ecosistema, son objeto de otra investigación». En cuanto al programa «Beyond Borders», se trata de «tres días en la frontera mexicana que, por 500 dólares, permiten contactos directos con la población local, los inmigrantes clandestinos, la patrulla de fronteras, las organizaciones de derechos humanos. Sin olvidar la visita a las maquiladoras, esos talleres de confección situados en la frontera, y sin dejar a un lado tampoco la evocación de los problemas de contaminación».
Turismo malsano en el que los más miserables no son quizá los que se piensa... Esto me recuerda las palabras de un norteamericano que conocí en Mexico en 1987. Mientras me encontraba en Chihuahua, se supo la muerte de varios mexicanos clandestinos asfixiados en un vagón de tren transfronterizo. Y un turista estadounidense, sentado a la mesa de un restaurante, dejó escapar: «No se viaja gratis. Yo he pagado mi billete de avión para llegar hasta aquí».
• El turista comete el error de hacer amargos los sabores exóticos con su presencia molesta. Circulando, transportándose, se ve acusado de banalizar el mundo y de mitigar el deseo de recorrerlo. Llegaría, según sus detractores, hasta asesinar el sentido profundo del viaje, a fuerza de desacralizarlo...
• La mayoría de los turistas-viajeros tiene sed de horizontes nómadas y llevan buenas intenciones. Aunque a veces no sepan nada de lo que hacen, ignoran las consecuencias dramáticas de sus actos y subestiman el impacto de las huellas que deja su breve paso por aquella aldea retirada del planeta.
5.17.2006
Evangelizar
Y además tenemos que ser capaces de anunciar esta forma ilógica de establecernos en la vida, pero divinamente eficaz, como lo que es en realidad: una Epifanía, una manifestación de Dios en medio del mundo y de los seres humanos tal como son hoy. Tenemos que explicitar, primero ante nosotros mismos, que ésta es nuestra forma de aportar a la construcción de un mundo y de un ser humano nuevos, una manera que no por ser divinamente eficaz es humanamente ineficaz, sino todo lo contrario, que por ser divinamente eficaz es también la realización más plena posible de nuestro ser de hijos e hijas de Dios. ¿Cómo lo explicitamos? Mediante una fidelidad radical y terca a colocarnos en la vida de tal forma que si Dios no nos da los medios para continuar no podamos hacer nada: Veamos las cosas como son, a la gran luz de la fe, que ilumina nuestros pensamientos con una claridad tan luminosa que nos hace ver las cosas con una visión diferente de la de las pobres almas del mundo. La costumbre de mirar las cosas a la luz de la fe nos eleva por encima de la niebla y el barro de este mundo y nos transporta a otra atmósfera, a pleno sol, a una calma serena, a una paz luminosa, por encima de la región de las nubes, los vientos y las tempestades, fuera de la zona del crepúsculo y de la noche (Carlos de Foucauld).
5.16.2006
Principiar...
Santa Teresa de Jesús
Desde un punto de vista objetivo, vivimos un tiempo y unas circunstancias en las que apenas si alcanzaremos a ocuparnos de (nuevamente) principiar. No somos gente que vaya a ver lo de adelante. El camino que seamos capaces de construir sólo lo notarán quienes vengan después. Es lo que una lectura mesurada y objetiva de los datos que se nos imponen nos dice que debemos esperar. Sin embargo, hacer camino, así sea uno que por ahora tenga mucho de invisible, implica tomar opciones concretas cada día, y en tiempos tan confusos es imposible predecir qué desarrollo y qué resonancia inmediata pueden tener esas opciones. Por ahí puede resultar que somos una generación destinada, en contra de todas sus evidencias, a ver el florecimiento de lo inesperado. Es objetivo, irónicamente objetivo, permanecer abiertos también a esa posibilidad. Traigo todo esto a cuenta porque me parece que es el pentagrama sobre el cual las Hermanas y Hermanos Laicos del Sagrado Corazón de Jesús de Carlos de Foucauld tenemos que ir colgando las notas de nuestro propio aporte, en comunión con el gran desplazamiento espiritual que vive la humanidad y siendo fieles a las opciones que definen nuestra identidad y vocación particular y que nos permitirán principiar como estamos llamadas y llamados a hacerlo. Tenemos que ir generando una familia espiritual muy amplia, capaz de darle abrigo y alimento a una gran diversidad, pero capaz también de realizar fielmente todos los desplazamientos que ese principio -que no nos inventamos nosotros sino que nos fue dado- nos señale como necesarios e innegociables. En la práctica significa ser blandos y rígidos al mismo tiempo. Lo que se nos ha dado y de lo cual somos responsables, es una semilla. Nadie ha visto todavía cuál será la forma que tendrá esa planta, por eso, después de haber sembrado nos toca estar muy atentos a todo lo que brote del terreno porque no sabemos cuáles son los cuidados necesarios para llegar hasta el fruto. A medida que crece tenemos que ir aprendiendo con ella, pero anticipándonos el mínimo suficiente y tomando previsiones para que los cambios inevitables del clima no la aplasten antes de que tenga un tamaño y una fuerza interna que le permitan defenderse sola. Quizá sea un tipo de planta que germina fácilmente pero de la cual sólo están llamados a sobrevivir los brotes más fuertes, o puede ser lo contrario, un tipo de cultivo destinado a producir rápido e intensivamente. No podemos instalarnos en nuestros propios gustos y expectativas porque nos haríamos muy lentos para acoger las sorpresas y novedades que nos salgan al paso, pero tampoco podemos olvidar que es en nuestro ser más profundo donde reside la respuesta que Dios espera de nosotros. No nos va a exigir lo que no somos, pero tampoco estamos seguros de saber lo que realmente somos.
5.09.2006
Grandeza
5.08.2006
Poder
«¿No es linda cosa que una pobre monja de San José pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos? Y ¿qué mucho que los santos hiciesen de ellos lo que querían, con el favor de Dios? A San Martín el fuego y las aguas le obedecían; a San Francisco hasta las aves y los peces, y así a otros muchos santos. Se veía claro ser tan señores de todas las cosas del mundo, por haber bien trabajado en tenerles en poco y sujetándose de veras con todas sus fuerzas al Señor de él.»
Teresa de Jesús
Búsqueda carmelita del poder. Trabajar bien en tener en poco todas las cosas del mundo y sujetarse de veras con todas las fuerzas al Señor de él, es el método para que una pobre monja de San José pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos. El mantenimiento que da el Señor para recorrer ese camino, no es agua sino vino, para que, emborrachadas, no entiendan lo que pasan y lo puedan sufrir. El ánimo del contemplativo para enfrentar todas las cosas del mundo nace del hecho de que todas las cosas del mundo le importan muy poco. Sabe que humanamente su ceguera es muy grande y prefiere vivir una relación directa y exclusiva con el Señor del mundo, el único que puede intervenir y relacionarse constructivamente con la realidad. Se deja usar simplemente, se abandona, no lucha ni se defiende. Es así como puede llegar a señorear toda la tierra y elementos. Su ánimo no es su ánimo, es un impulso mucho más grande que lo acoge y lo impulsa, es el ánimo, el Espíritu, del dueño del mundo, por eso no temen trabajo que les pueda venir. Hay sufrimiento, si, pero nada puede impedir la vida.
5.07.2006
contemplativos
5.05.2006
Hacer el bien

"Se hace el bien a los demás, no tanto por lo que se hace o se dice, sino por lo que se es." (Carlos de Foucauld)
Fraternidad universal: que cada uno sea y haga silencio. No perder el tiempo tratando de exponernos, de explicarnos. Es en el misterio, en nuestra inevitable medida de santidad, donde nos encontramos, donde nos comunicamos, donde somos Uno; es en el misterio donde los otros me esperan y podemos ser sin hacernos daño. Los otros son pasos obligados hacia el absoluto, pasos en los que de alguna manera, gracias a su Ser misterio, reside el absoluto. Es el misterio en ellos y el misterio en mí el que nos permite ir en el encuentro más allá de todas las posibles transacciones humanas que de una u otra manera, inevitablemente, siempre son un desequilibrio, una opresión, una dependencia.
5.04.2006
Insistencia

Bolivia quizá sea un país imposible. Pero quizá sea precisamente en los lugares imposibles donde es posible Hoy construir la vida. No la vida posible que, ya sabemos, nos empuja a la muerte, sino la vida imposible, la vida anticipada litúrgicamente, la utopía de una sociedad fraterna y justa. Insistir en lo imposible para que la vida sea. En lo imposible que ya Es en nosotros, aquí y ahora, por la efusión de la plenitud divina que no puede impedirse a sí misma de ninguna manera, aunque nuestros sentidos humanos no alcancen a verla. Asumir y hacer efectiva ya, hoy, aquí, nuestra plenitud divina (mediante el oficio de Ser Eucaristía) para que la Vida pueda continuar siendo Vida a pesar de la insoportable limitación humana. ¿Cómo debe ser esa insistencia? ¿Qué cualidades debe tener?
5.03.2006
Para recuperar la "buena fe"
Atracción
5.02.2006
La América
“La América es ingobernable; los que han servido a la revolución han arado en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a las de tiranuelos imperceptibles, de todos colores y razas, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, ese sería el último período de la América.”
Así habla Simón Bolívar al final de su vida citado por Alcides Arguedas en su libro Pueblo Enfermo. Y a continuación escribe: «Es el vidente que anuncia». Sobran los comentarios, es cierto, dolorosa y desesperantemente cierto: no hay buena fe en América. El dato, independiente a todo posible análisis o juicio, es que (hay que repetirlo) algo sigue torcido en nosotros; algo que seguramente surgió cuando nuestro propio y original desarrollo fue truncado violentamente por la barbarie de la conquista. No se trata de creer ingenuamente que antes si éramos rectos, vivíamos en el paraíso, sino de reconocer que por lo menos éramos «nosotros»: a pesar de todas nuestras limitaciones teníamos un camino propio y una forma propia de andar ese camino, podíamos aspirar a una forma propia de rectitud, pero después empezamos a ser un injerto extranjero sembrado de la peor manera en una raíz espiritual que aunque no pudo ser extinguida por completo terminó siendo, allá en el fondo de nosotros mismos, una especie de tumor indeseable. Ya. ¿Qué hacemos hoy con todo eso? ¿Cómo corregimos hoy, aquí, en las circunstancias que nos toca vivir, los genes espirituales -propios o injertados, eso ya no importa- que nos empujan a ser multitud desenfrenada, tiranuelos imperceptibles, masas devoradas por todos los crímenes y extinguidas por la ferocidad, caos primitivo? No es mucho lo que hemos avanzado desde que decidimos emanciparnos de Simón Bolívar. Su profecía se cumple cabalmente: vamos de vuelta al caos primitivo. Se puede afirmar al pie de la letra, punto por punto, que las constituciones son libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía; y la vida, un tormento. Son cientos los bolivianos que corroboran cada día, atravesando las fronteras, que La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. El mismo panorama con ingredientes y acentos particulares se repite en el resto de países de la América.
¿Cómo podemos recuperar nuestra buena fe?
Ayer, primero de mayo, el presidente Evo Morales nacionalizó la propiedad de los hidrocarburos. Las transnacionales dijeron que fue una medida "demasiado drástica".
4.30.2006
Eficacia
4.29.2006
Sor Isabel de la Trinidad
«Que el peso de su amor nos arrastre hasta esa feliz enajenación de que hablaba el Apóstol cuando exclamaba: “Ya no soy yo quien vivo, sino que Cristo vive en mí”. Ese es el ensueño de mi alma de carmelita (...) Yo no ceso de rogar que lo realice plenamente en nosotros. Seamos para con Él una humanidad suplementaria en la cual pueda renovar plenamente su misterio. Le he pedido que venga a mí como Adorador, como Reparador, y como Salvador; no hallo palabras para expresar la paz que siente mi alma al pensar que Él suple a mis impotencias y que si caigo a cada paso, Él está a mi lado para levantarme y arrebatarme más allá, hasta Él, a lo más hondo de esa divina Esencia en la que moramos ya por la gracia y donde quisiera yo engolfarme en tales profundidades que nada sea capaz de sacarme de allí. Allí me estoy en silencio para adorar a Aquél que de modo tan divino nos amó.»
No saber cómo reaccionar ante la caída a cada paso en las propias impotencias, es lo que nos hace salir del camino. La ciencia está en aceptar la caída y reconocer que Él suple a mis impotencias... Él está a mi lado para levantarme y arrebatarme más allá, hasta Él, a lo más hondo de esa divina Esencia en la que moramos ya por la gracia. Y después, quedarse allí en silencio para adorar a Aquél que de modo tan divino nos amó. Hacerse literalmente a un lado para no ser ya nosotros quienes vivamos en esas impotencias, sino que Cristo viva allí, de manera eucarística, su Ser de Adorador, de Reparador y Salvador. Esa es la única manera de volver a ponernos de pie.
Las Hermanas y Hermanos Laicos del Sagrado Corazón de Jesús de Carlos de Foucauld, están llamadas y llamados a encontrar su lugar, su «Allí», y permanecer en silencio, ignorándose a si mismos, siendo para con Él una humanidad suplementaria en la cual pueda renovar plenamente su misterio.