5.30.2006

Hechos

No es cuestión de «hacer» sino de despertar, suscitar fuerzas, establecer vínculos, desatar dinamismos, catalizar las tensiones amorfas de la realidad de tal manera que lo que deba sudecer suceda, aunque no podamos ser reconocidos (ni siquiera por nosotros mismos) como responsables. Ese es el hacer que nos permitirá re-construirnos como seres humanos. El hacer del amor no es construcción, su construcción es añadirura. El amor hace despertando, suscitando, vinculando, dinamizando, catalizando, y la forma, la estructura que genera, no se puede discutir, es Verdadera y la única manera de no destruirla es acogiéndola... aunque nos lleve al fracaso humano total.

5.29.2006

Rito

“Nescivi! No supe ya nada”. Así dice la esposa de los Cantares, después de haber sido introducida en la cámara del misterioso vino; y tal me parece debe ser el estribillo de una «alabanza de gloria» en este primer día de retiro en que el Divino Maestro la hace bajar hasta el fondo del abismo sin fondo, para enseñarla a desempeñar el oficio que le ha de caber durante la eternidad, y en el cual debe ya ejercitarse en el tiempo, que es la eternidad comenzada, pero siempre adelantando. Nescivi. Ya no sé nada más; nada más quiero saber sino “conocer a Jesús, tener parte en sus sufrimientos y llevar el sello de la conformidad con su muerte”.

Quiere Nuestro Señor que yo me encamine a mi pasión con majestad de Reina.


Isabel de la Trinidad

El tiempo como la eternidad comenzada. Y el oficio humano como ir siempre adelantando en la eternidad. Para poder escribir lo que realmente deseamos y necesitamos escribir, tenemos que ser santos. Es la santidad la que nos devuelve la Palabra, el lenguaje. Por fuera de ella lo único que se puede hacer es garrapatear símbolos sin sentido. Todos los lenguajes humanos no pueden aspirar a nada distinto que ser manifestación de Dios, epifanía, alabanza de su gloria. Sólo puede ser Palabra aquello que es un paso de vuelta al silencio esencial que está en contacto y revela la Unidad de la cual brota todo.

En un mundo en que millones de seres humanos son obligados a vivir una agonía injusta, colgados en cruces que les repugnan y que quisieran evitar a toda costa, Dios le pide a una joven que se encamine a su pasión con majestad de Reina. Irónica manera de decirnos que Ahí, en lo más hondo del abismo de nuestra nada, de nuestra miseria, es donde se hallará frente a frente con el abismo de la misericordia, de la inmensidad, del todo de Dios; allí es donde hallaremos la fortaleza de morir a nosotros mismos, y perdiendo nuestras propias huellas, quedaremos trocados en amor. Perder nuestras propias huellas y quedar trocados en amor, ¿qué otra salida nos queda? La misericordia: desatar el mundo, desatarlo en nosotros mismos y dejar que sea el lugar santo que es en la voluntad, en la realidad de Dios. Imponer en nosotros la eternidad mediante la obediencia a un ritmo que explicite, que actualice, la santidad del presente. Esa es la única manera de actuar, de hacer algo. Vivir en el interior de un rito perpetuo. Como las mujeres y los hombres del mundo andino.

5.27.2006

Comunicación

"Estamos en un mundo que es menester pensar lo que pueden pensar de nosotros para que hagan efecto nuestras palabras."

Teresa de Jesús

¡Ay Teresa, qué cosas dices! Entonces hay que lograr que lo que puedan pensar de nosotros sea lo «necesario», según la situación y los interlocutores, para que hagan efecto nuestras palabras. Estoy de acuerdo en que quien convence primero es el Ser. En el imperio de los disfraces, de las manipulaciones mediáticas, no nos queda otra que ser capaces de pasar, con nuestro ser, por encima de los ropajes del otro, para establecer comunicación con su ser, porque sólo a ese nivel se puede dar un verdadero diálogo. Eso quiere decir que se puede dar perfectamente el caso de estar comunicándonos muy profundamente con otro que cree o piensa que no se está comunicando con nosotros, o incluso que somos sus enemigos. No sabemos en quién nuestras palabras harán efecto realmente, es decir, no serán sólo intercambio de ropajes, de apariencias, sino sacramento, comunión. Y muchos de quienes creen o piensan estarse comunicando porque usan entre ellos muchas palabras, pueden estar en realidad a años luz de encontrarse. Nunca se sabe con quien uno se está realmente comunicando. Por eso, cundo lo interpelan diciéndole: -Oye, tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablar contigo, Él contestó: ¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: Aquí están mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que pone por obra el designio de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre (Mat. 12, 47-50). Hacer la voluntad de Dios es lo que nos permite la manifestación real de nuestro ser. Por eso sólo quienes hacen la voluntad de Dios son dueños de su ser y pueden establecer comunicación, aunque en el plano de las apariencias humanas no den señales de estarse comunicando. Es a ese nivel que se desarrollan nuestros verdaderos parentescos, que hacemos parte de una familia. Por eso, a pesar de que en esa circunstancia concreta pareciera que la comunicación entre Jesús y su madre se cuestionara, incluso que se rompiera, nadie como ellos estaban en una más plena comunicación en el sentido de que ponían por obra, fielmente, el designio del Padre sobre cada uno. Son técnicas contemplativas de comunicación.

5.22.2006

Ceguera

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo… ¿Por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres conciente de la viga que tienes en el tuyo? Saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano (Lc 6, 39). Ningún acto humano es inocente: Quiéralo o no, lo sepa o lo ignore, todo hombre se ve forzado, en cada instante de su vida, a dar testimonio de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Quien compra un pan anuncia la muerte de Cristo... (León Bloy). Al final, la manera de sacar la pelusa del ojo de mi hermano no puede consistir sino en la dedicación exclusiva a sacar la viga del propio ojo para ver con claridad. Para hacer otra cosa haría falta vivir más de doscientos años. La eficacia divina de cualquier acción depende de la claridad (santidad) sobre la que se afirme. No existen acciones humanas, existen sólo acciones divinas afirmadas en diferentes niveles de claridad. Incluso en los campos que pudiéramos considerar más exclusivamente humanos, la única manera de obtener una eficacia que no nos destruya es apelando a nuestra capacidad divina de acción. Algo se desarrolla delante de nosotros pero con nuestra visión oscurecida no podemos saber lo que realmente Es. Pensar, sentir y actuar en base a los datos que nos da nuestra sola visión no es más que profundizar el malentendido, descender a un piso más oscuro del hoyo. Habitar divinamente un lugar, ser eficaz en ese lugar, depende de la claridad a la que se sea vulnerable en él, porque cada lugar ofrece una manera original de sacar la viga del propio ojo. Percibir esa manera, aceptarla, obedecerla, es el camino para desarrollar, promover, liberar ese lugar, aunque nueve de diez veces quien anda por aquí parece no que interviene sino que se margina, que se pone a un lado.

5.19.2006

Sur/Norte

Con la tecnología genética actual, el norte tiene la capacidad de llegar hasta las periferias más extremas, hasta los seres humanos y los territorios más alejados de su ámbito de influencia -los menos contaminados por sus propios desechos-, y robar esas pequeñísimas partículas que mantienen escondidos secretos de vida que manipulados de la forma conveniente le pueden permitir correguir muchas de sus enfermedades y adquirir nuevas características que amplien o perfeccionen sus posibilidades de bienestar. Esa nueva expoliación está ya en movimiento con una intensidad que sólo en las próximas décadas mostrará explícitamente su cara. Es un hecho: la tecnología y su disfrute son privilegio del norte, pero la materia viva, el depósito de secretos que necesita conocer y manipular esa tecnología, son en su mayoría privilegio del sur. ¿Qué hacer? En el terreno tecnológico el sur está completamente derrotado, y en el campo “legal” la pelea por la defensa de su depósito de secretos tiene que darla en unas condiciones de inferioridad abismales; aunque patalie, su dependencia y las necesidades de supervivencia lo obligan a bajar la cabeza. Pero las opciones del norte, el costo humano que debe pagar por mantener su “paraiso”, hacen que haya un terreno en el cual el sur tenga cada día una superioridad más grande: el terreno de lo espiritual. En la misma orilla de la magnificencia artificial de la vida, hay una muerte que crece cada día a una velocidad vertiginosa, y es por ahí que el sur tiene que atacar. El problema es cómo. Porque la genética espiritual del sur no puede ser transformada en tecnología, éso sería tomar el mismo camino del norte, romper el equilibrio, la armonía, y optar por la manipulación, algo que, además de conducirla al degeneramiento de su ser, en los términos competitivos prácticos de la realidad actual sería imposible. Pero sin llegar a transformarse en tecnología, o por lo menos en tecnología según el punto de vista del norte, la vitalidad del sur necesita hallar una manera de transformarse en posibilidades prácticas de autosostenimiento y autoafirmación para poder romper la dependencia del norte. Esta encrucijada, gústenos o no, tenemos que enfrentarla sometidos al movimiento vertiginoso del ciclón globalizador. Una realidad que nos impone otra realidad: ni el norte ni el sur pueden pretender, en ningún campo, correguir por sí mismos sus desequilibrios, se necesitan el uno al otro y sólo si son capaces de construir juntos un nuevo proyecto que integre lo propio y lo mejor de cada uno, van a poder, cada uno en su terreno y juntos, manetener viva la esperanza. Pero es tan grande la prepotencia del norte, ha llegado a convertirse en algo tan constituvivo de su ser, que hoy, para los hombres y mujeres del norte, arrancar esa raíz, o por lo menos llegar a reconocerla en su real profundidad -para dialogar en condiciones de igualdad con el sur-, es una tarea prácticamente imposible. El norte permanece esclavizado, oprimido y aplastado por su prepotencia, y en este sentido, irónicamente, vive de alguna manera la misma limitación a que está sometido el sur, esclavizado, oprimido y aplastado por la dependencia. En extremos contrarios, ambos sufren la misma limitación para encontrarse y dialogar con el otro. La imágen superficial, el contraste entre el bienestar material del norte y del sur no puede hacernos olvidar esta “igualdad” de fondo. Si nos fuera dado medir en los dos platos de una balanza la calidad de vida humana, incluso de felicidad, que hay en la existencia dramática de muchos muertos de hambre y en la comodidad monótona de muchos saciados, nos llevaríamos seguramente más de una sorpresa. El sur, aunque tenga que pagar una cuota de sufrimiento inmenso, no se puede limitar a lamentar su pobreza material, tiene que ser capaz, en medio de su lucha dramática por la supervivencia, en medio de sus muertes, de levantar la cabeza, disfrutar y afirmar su superioridad espiritual. Este es el primer paso para la transformación de su vitalidad en posibilidades prácticas de autosostenimiento y autoafirmación, para beneficiarse materialmente de sus “secretos”, utilizando los medios que la realidad de hoy le ofrece y le impone. Si el sur no aprende a moverse, cuéstele lo que le cueste, a pesar de lo desquiciado que pueda parecerle y a pesar de lo ineficaz que pueda ser al principio, afirmando su propia fuerza y creyendo en su propio proyecto, lo único que hará, incluso en medio de los fragores de la guerra, será acatar las órdenes del norte.

El problema, desde el punto de vista personal para alguien del sur, es que aunque permanezca tan esclavizado de su dependencia como lo están sus compadres del norte de su prepotencia, es allí, inexorablemente, en medio de la destrucción que le impone la dependencia, donde tiene que aprender a vivir la afirmación desquiciada y en principio poco eficaz de su vitalidad propia. No dispone de otro punto de partida menos viciado y más propicio, ni tampoco dispone de otra forma de lucha que le ofrezca la posibilidad de triunfar. Si no es lo que es, está muerto. Tiene que vencer una doble tentación: someterse renunciando a su ser, entrando en una vivencia esquizofrénica y subterránea que le permita escasamente sobrevivir; o encerrarse en sí mismo intentando alguna forma de auto-afirmación que no pase por el diálogo y la confrontación con el otro que lo amenaza y lo niega. Cada uno de estos extremos lo conduce a la destrucción. A medida que la globalización avanza, los escenarios en que cada hombre y mujer del sur deben enfrentar esta doble tentación se hacen más complejos, y desgraciadamente la mayoría de veces están allí como actores inconcientes del drama que los convoca, ya sea porque son manipulados desde afuera, o porque no tienen los medios necesarios, o no están dispuestos a transitar el camino que puede convertirlos en los dueños y orientadores de sí mismos. Claro que no existe Un camino, existe la aceptación perpetua de la confrontación, la búsqueda permanente, el reto diario de utilizar la realidad para dar pasos en la dirección escogida: una dirección que casi siempre es insinuada apenas por brevísimos estallidos de luz en medio de las tinieblas. El ser humano del sur no es un técnico ni un científico, es un místico, y debe aceptar lúcidamente su vocación sabiendo que incluso en medio de su propia exhuberancia tendrá que enfrentarse otra vez con la nada, con la no-instalación, porque un místico no está capacitado para conformarse con lo parcial, con lo incompleto, y no deja de moverse hasta ser consumido por el fuego del milagro absoluto. Renunciar a su vocación no lo transforma en otro sino en un monstruo deforme, en una caricatura de sí mismo. No podemos ni siquiera imaginarnos lo que será el mundo cuando sean los místicos quienes estén a la cabeza, cuando quienes estén a la cabeza renuncien a toda forma de estar a la cabeza... sin eludir su responsabilidad. Pero ese día se está construyendo ya.

Guía para Turistas


Han dicho que no se sabe por qué este pueblo tomó la decisión de taponar las puertas de sus templos y partió dándole la espalda a la sabiduría acumulada durante siglos y siglos de paciente observación y medición de las estrellas. Corre todavía el rumor de que eran gentes muy poderosas que llegaron a controlar fuerzas secretas y misteriosas de la naturaleza. Los estudiosos no se han puesto de acuerdo pero la hipótesis más plausible es la de la gran hambruna: el clima cambió, las fuentes de agua se secaron y se vieron forzados a partir. Una vez abandonado el centro ceremonial, los clanes vagaron por montañas y desiertos buscando lugares propicios para nuevos asentamientos y al fragor de la lucha inexorable por la supervivencia cotidiana toda su sabiduría se perdió.

Hay sin embargo otra hipótesis a la que yo me atrevo. La que dice que su decisión no fue forzada por ningún elemento externo sino que fue -¡quién lo creyera!- precisamente el culmen más alto de su sabiduría, la forma más plena que llegó a conocer ese pueblo de controlar las fuerzas secretas y misteriosas de la naturaleza. Esta hipótesis implica no sólo un cálculo mental y abstracto de probabilidades antropológicas, sino abrirse a la consideración de que los seres humanos quizá somos radicalmente otros. El hecho de que en determinado momento de nuestra evolución nos hayamos podido parcializar en un sentido equis, no quiere decir que dejáramos de ser una unidad en la que al lado de lo que ahora nos parece perfectamente lógico, se mantienen latentes, querámoslo o no, veámoslo o no, posibilidades de movimiento en sentidos ye o zeta que vistas con la lente de nuestra actual lógica pueden incluso parecer inhumanas o desquiciadas. Abandonar voluntariamente la seguridad y el bienestar de cómodas y macizas construcciones de piedra para vagar por desiertos y montañas, acosados por el frio y el hambre, y vivir ese abandono, con todas sus consecuencias, como un gesto de plena sabiduría, es algo que los seres humanos que somos hoy rechazamos con repugnancia... pero quizá es también algo que ese radicalmente otro que no hemos dejado de ser anhela con una atracción irresistible, no porque sea tan estúpido que le guste vagar por desiertos y montañas pasando hambre y frío, sino porque la vida que lo habita necesita restablecer un equilibrio y una armonía sin los cuales la muerte le copa cada vez más espacios. Los pueblos y los seres humanos que pierden el contacto con la aventura esencial de su supervivencia van camino de la muerte. Así las cosas no resulta tan ilógico partir sin mirar atrás dándole la espalda a la sabiduría acumulada durante siglos y siglos de paciente observación y medición de las estrellas, vagando por montañas y desiertos, soportando hambre y frio buscando lugares propicios para nuevos asentamientos...

La tierra es dura, árida, reseca, las grietas se multiplican como cicatrices, como si el rostro del mundo hubiera sido herido una y otra vez a lo largo de siglos incontables, y como si esas heridas se hubieran ahondado poco a poco buscando a quién sabe qué profundidades ese lugar secreto y azul en el que permanece dormida la madre de las aguas. Pero los habitantes de ese gesto silencioso, los hombres y mujeres que cosechan su pan en esos surcos, los testigos pacientes del milagro, saben, como solamente pueden saber aquellos a quienes se les ha negado la palabra, es decir, con sus entrañas, que lo que sucede en realidad no es muerte sino vida. Sepan hombres y mujeres de estas tierras, que son ustedes parte de la vanguardia, la luz de nuestra raza extraviada...

• Frank Michel, en Le Monde Diplomatique:

En la bolsa de los turistas encontramos de todo. Hasta esos «reality tours» que consagran el éxito de un turismo políticamente correcto. De moda, sobre todo en Estados Unidos, comercian con la miseria. Como Global Exchange, una asociación de San Francisco que se ha especializado en los viajes a los lugares de explotación y de conflicto del planeta. Su catálogo propone, entre otras, una exploración californiana por los centros de detención de menores; otra en las llanuras del centro donde pueden encontrar trabajadores «que garantizan la cestita de fresas y se ven afectados por la toxicidad de los pesticidas. Las secuoyas del norte de California, y la deforestación que amenaza al ecosistema, son objeto de otra investigación». En cuanto al programa «Beyond Borders», se trata de «tres días en la frontera mexicana que, por 500 dólares, permiten contactos directos con la población local, los inmigrantes clandestinos, la patrulla de fronteras, las organizaciones de derechos humanos. Sin olvidar la visita a las maquiladoras, esos talleres de confección situados en la frontera, y sin dejar a un lado tampoco la evocación de los problemas de contaminación».

Turismo malsano en el que los más miserables no son quizá los que se piensa... Esto me recuerda las palabras de un norteamericano que conocí en Mexico en 1987. Mientras me encontraba en Chihuahua, se supo la muerte de varios mexicanos clandestinos asfixiados en un vagón de tren transfronterizo. Y un turista estadounidense, sentado a la mesa de un restaurante, dejó escapar: «No se viaja gratis. Yo he pagado mi billete de avión para llegar hasta aquí».

• El turista comete el error de hacer amargos los sabores exóticos con su presencia molesta. Circulando, transportándose, se ve acusado de banalizar el mundo y de mitigar el deseo de recorrerlo. Llegaría, según sus detractores, hasta asesinar el sentido profundo del viaje, a fuerza de desacralizarlo...

• La mayoría de los turistas-viajeros tiene sed de horizontes nómadas y llevan buenas intenciones. Aunque a veces no sepan nada de lo que hacen, ignoran las consecuencias dramáticas de sus actos y subestiman el impacto de las huellas que deja su breve paso por aquella aldea retirada del planeta.

5.17.2006

Evangelizar

Establecerse de una manera ilógica que le deje a Dios el cuidado de procurarnos los medios, es el establecimiento, la encarnación, que genera comunicación y vida más allá de todas las apariencias forzadas y retóricas de convivencia y solidaridad; es el establecimiento que le da a nuestros actos una eficacia divina. Evangelizar desde Nazaret es crear las condiciones, en todos los campos y niveles de las actividades humanas, que hagan posible la existencia de seres humanos capaces de establecerse en la vida de esta manera, capaces de gastar su vida en un oficio que además de mantenerlos en una angustia e incertidumbre constantes, no les promete prácticamente ninguna eficacia visible: Hay en la Sagrada Escritura una palabra de la que, creo yo, hemos de acordarnos siempre, y es que Jerusalén fue reconstruida in angustia temporum (Daniel). Hay que contar con trabajar durante toda nuestra vida in angustia temporum. Las dificultades no son un estado pasajero que hay que dejar pasar como una borrasca, para volver al trabajo apenas se calma el tiempo. No. Son el estado normal. Hay que contar que toda nuestra vida, para todo lo bueno que queramos hacer, estaremos in angustia temporum (Carlos de Foucauld). Es atreverse a fundar sobre la nada estructuras invisibles que no florecerán antes de mucho tiempo; solamente así este mundo y los seres humanos que somos podremos ser salvados.

Y además tenemos que ser capaces de anunciar esta forma ilógica de establecernos en la vida, pero divinamente eficaz, como lo que es en realidad: una Epifanía, una manifestación de Dios en medio del mundo y de los seres humanos tal como son hoy. Tenemos que explicitar, primero ante nosotros mismos, que ésta es nuestra forma de aportar a la construcción de un mundo y de un ser humano nuevos, una manera que no por ser divinamente eficaz es humanamente ineficaz, sino todo lo contrario, que por ser divinamente eficaz es también la realización más plena posible de nuestro ser de hijos e hijas de Dios. ¿Cómo lo explicitamos? Mediante una fidelidad radical y terca a colocarnos en la vida de tal forma que si Dios no nos da los medios para continuar no podamos hacer nada: Veamos las cosas como son, a la gran luz de la fe, que ilumina nuestros pensamientos con una claridad tan luminosa que nos hace ver las cosas con una visión diferente de la de las pobres almas del mundo. La costumbre de mirar las cosas a la luz de la fe nos eleva por encima de la niebla y el barro de este mundo y nos transporta a otra atmósfera, a pleno sol, a una calma serena, a una paz luminosa, por encima de la región de las nubes, los vientos y las tempestades, fuera de la zona del crepúsculo y de la noche (Carlos de Foucauld).

5.16.2006

Principiar...

"… en estos principios entiendo está todo el bien para lo de adelante; porque como hallan el camino, por él se van las de después."

Santa Teresa de Jesús

Desde un punto de vista objetivo, vivimos un tiempo y unas circunstancias en las que apenas si alcanzaremos a ocuparnos de (nuevamente) principiar. No somos gente que vaya a ver lo de adelante. El camino que seamos capaces de construir sólo lo notarán quienes vengan después. Es lo que una lectura mesurada y objetiva de los datos que se nos imponen nos dice que debemos esperar. Sin embargo, hacer camino, así sea uno que por ahora tenga mucho de invisible, implica tomar opciones concretas cada día, y en tiempos tan confusos es imposible predecir qué desarrollo y qué resonancia inmediata pueden tener esas opciones. Por ahí puede resultar que somos una generación destinada, en contra de todas sus evidencias, a ver el florecimiento de lo inesperado. Es objetivo, irónicamente objetivo, permanecer abiertos también a esa posibilidad. Traigo todo esto a cuenta porque me parece que es el pentagrama sobre el cual las Hermanas y Hermanos Laicos del Sagrado Corazón de Jesús de Carlos de Foucauld tenemos que ir colgando las notas de nuestro propio aporte, en comunión con el gran desplazamiento espiritual que vive la humanidad y siendo fieles a las opciones que definen nuestra identidad y vocación particular y que nos permitirán principiar como estamos llamadas y llamados a hacerlo. Tenemos que ir generando una familia espiritual muy amplia, capaz de darle abrigo y alimento a una gran diversidad, pero capaz también de realizar fielmente todos los desplazamientos que ese principio -que no nos inventamos nosotros sino que nos fue dado- nos señale como necesarios e innegociables. En la práctica significa ser blandos y rígidos al mismo tiempo. Lo que se nos ha dado y de lo cual somos responsables, es una semilla. Nadie ha visto todavía cuál será la forma que tendrá esa planta, por eso, después de haber sembrado nos toca estar muy atentos a todo lo que brote del terreno porque no sabemos cuáles son los cuidados necesarios para llegar hasta el fruto. A medida que crece tenemos que ir aprendiendo con ella, pero anticipándonos el mínimo suficiente y tomando previsiones para que los cambios inevitables del clima no la aplasten antes de que tenga un tamaño y una fuerza interna que le permitan defenderse sola. Quizá sea un tipo de planta que germina fácilmente pero de la cual sólo están llamados a sobrevivir los brotes más fuertes, o puede ser lo contrario, un tipo de cultivo destinado a producir rápido e intensivamente. No podemos instalarnos en nuestros propios gustos y expectativas porque nos haríamos muy lentos para acoger las sorpresas y novedades que nos salgan al paso, pero tampoco podemos olvidar que es en nuestro ser más profundo donde reside la respuesta que Dios espera de nosotros. No nos va a exigir lo que no somos, pero tampoco estamos seguros de saber lo que realmente somos.

5.09.2006

Grandeza

¿En qué consiste ser "grande"? Lo digo: en no distraerse. El problema son las distracciones. Si cada ser humano permaneciera en «su» lugar, si no cediera a la tentación de ocupar otros lugares que no le corresponden, reinarían el orden y la armonía. Cesaría la muerte. Nuestro paso obligado por la muerte es el camino hacia la toma de posesión de nuestro lugar. Cada uno de nosotros va a morir todas las veces que le hagan falta hasta cumplir ese objetivo. En eso consiste vivir. Lo único que existe es la vida, la muerte no es más que un síntoma de desorden. Cundo Jesús decide callarse y no toma el camino de la lucha, de la resistencia, lo que hace es permanecer en su lugar. Las consecuencias que los otros le obligan a cargar por ello, la cruz, son el resultado de su ignorancia: no saben lo que hacen. El que se deja manipular por la ignorancia de los demás, se distrae, parece que reacciona, que lucha, podría tener muchos argumentos para defenderse, pero en realidad lo que hace es ceder al desorden, permitir que la muerte suceda y le suceda. La medida de la fidelidad al propio lugar, es decir, la medida de la propia grandeza (de la propia santidad) es la que determina nuestra capacidad real de construir, de hacer vida. Ser «grandes» (ser santos) en un mundo habitado por seres que en su mayoría no saben lo que hacen, implica ser capaces de cargar con las consecuencias de un desencuentro permanente: cargar con la cruz. No es un asunto de coraje, es un asunto de lucidez, de fidelidad al propio lugar.

5.08.2006

Poder

«Pues creer que admite Dios a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos, es disbarate. Tengo por muy cierto que se los da Dios mucho mayores, y así como los lleva por camino barrancoso y áspero -y a las veces que les parece se pierden y han de comenzar de nuevo desde lo que han andado- que así ha menester el Señor darles mantenimiento, y no de agua, sino vino, para que, emborrachados, no entiendan lo que pasan y lo puedan sufrir; y así, pocos veo verdaderos contemplativos que no los vea animosos; y lo primero que hace el Señor, si son flacos, es ponerles ánimo y hacerlos que no teman trabajo que les pueda venir.»

«¿No es linda cosa que una pobre monja de San José pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos? Y ¿qué mucho que los santos hiciesen de ellos lo que querían, con el favor de Dios? A San Martín el fuego y las aguas le obedecían; a San Francisco hasta las aves y los peces, y así a otros muchos santos. Se veía claro ser tan señores de todas las cosas del mundo, por haber bien trabajado en tenerles en poco y sujetándose de veras con todas sus fuerzas al Señor de él.»

Teresa de Jesús

Búsqueda carmelita del poder. Trabajar bien en tener en poco todas las cosas del mundo y sujetarse de veras con todas las fuerzas al Señor de él, es el método para que una pobre monja de San José pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos. El mantenimiento que da el Señor para recorrer ese camino, no es agua sino vino, para que, emborrachadas, no entiendan lo que pasan y lo puedan sufrir. El ánimo del contemplativo para enfrentar todas las cosas del mundo nace del hecho de que todas las cosas del mundo le importan muy poco. Sabe que humanamente su ceguera es muy grande y prefiere vivir una relación directa y exclusiva con el Señor del mundo, el único que puede intervenir y relacionarse constructivamente con la realidad. Se deja usar simplemente, se abandona, no lucha ni se defiende. Es así como puede llegar a señorear toda la tierra y elementos. Su ánimo no es su ánimo, es un impulso mucho más grande que lo acoge y lo impulsa, es el ánimo, el Espíritu, del dueño del mundo, por eso no temen trabajo que les pueda venir. Hay sufrimiento, si, pero nada puede impedir la vida.

5.07.2006

contemplativos

En cada situación somos llamados a encontrar el rincón de la eficacia contemplativa, eucarística, colocarse allí y Ser. Los resultados humanos, que de todas maneras siempre se producirán, no se verán sino mucho después, cuando ya quizá nadie, ni siquiera el protagonista, guarde la memoria de la opción que vivió allí. El trabajo del contemplativo consiste en catalizar los vientos desatados que bosquejan la realidad y hacer que den a luz una forma divina.

5.05.2006

Hacer el bien


"Se hace el bien a los demás, no tanto por lo que se hace o se dice, sino por lo que se es." (Carlos de Foucauld)

Fraternidad universal: que cada uno sea y haga silencio. No perder el tiempo tratando de exponernos, de explicarnos. Es en el misterio, en nuestra inevitable medida de santidad, donde nos encontramos, donde nos comunicamos, donde somos Uno; es en el misterio donde los otros me esperan y podemos ser sin hacernos daño. Los otros son pasos obligados hacia el absoluto, pasos en los que de alguna manera, gracias a su Ser misterio, reside el absoluto. Es el misterio en ellos y el misterio en mí el que nos permite ir en el encuentro más allá de todas las posibles transacciones humanas que de una u otra manera, inevitablemente, siempre son un desequilibrio, una opresión, una dependencia.

5.04.2006

Insistencia


Bolivia quizá sea un país imposible. Pero quizá sea precisamente en los lugares imposibles donde es posible Hoy construir la vida. No la vida posible que, ya sabemos, nos empuja a la muerte, sino la vida imposible, la vida anticipada litúrgicamente, la utopía de una sociedad fraterna y justa. Insistir en lo imposible para que la vida sea. En lo imposible que ya Es en nosotros, aquí y ahora, por la efusión de la plenitud divina que no puede impedirse a sí misma de ninguna manera, aunque nuestros sentidos humanos no alcancen a verla. Asumir y hacer efectiva ya, hoy, aquí, nuestra plenitud divina (mediante el oficio de Ser Eucaristía) para que la Vida pueda continuar siendo Vida a pesar de la insoportable limitación humana. ¿Cómo debe ser esa insistencia? ¿Qué cualidades debe tener?

5.03.2006

Para recuperar la "buena fe"

Al mismo tiempo hay que, por un lado, ocuparse en el propio corazón de hacer las correcciones necesarias para restablecer la buena fe y, por otro, estar al servicio de lo que hay. Son la diástole y la sístole de un movimiento que en cada acto concreto tiene que ser unidad, integración, para que no sea solamente una prolongación más de nuestro torcido. Pero nos acostumbramos a escondernos en lo que hay, a usar la realidad para evitar el contacto doloroso con nuestro corazón herido, y esa trampa es doblemente cerrada porque nuestras urgencias inmediatas son extremas, inaplazables. Me atrevería a afirmar incluso que una de las causas mayores (instintivas) de nuestro poco desarrollo es que en el fondo no «deseamos» desarrollarnos porque ya no tendríamos disculpas para seguir escondiéndonos, y es más fuerte el miedo que el deseo de vivir mejor. Por eso terminamos siendo esclavos de una lucha canibalesca por sobrevivir, la vida se nos va en eso. En muchos casos, y cada vez más, las condiciones de supervivencia y la acción disolvente del sistema son tan duras que no podemos hacer otra cosa, pero aún aceptando eso es evidente que si no rompemos el círculo vicioso no podremos hacer jamás un camino propio que nos permita acceder a nuestro propio desarrollo. Estaremos condenados para siempre a disputarnos las migajas que caen de otras mesas. Nos toca, inexorablemente, desarrollar una forma de poder lo que no podemos, ampliarnos interior y exteriormente de tal manera que seamos capaces de responder a lo inmediato sin ser sus esclavos, sanando en el camino esa herida infectada que nos impide la reconciliación con nuestro propio corazón. Desde luego, pensar que este sea un proceso que transiten pueblos enteros es hoy una ingenuidad. A menos que ocurra un verdadero milagro de conversión espiritual masiva, la humanidad está condenada a pasar por la gran catástrofe. Es sólo cuestión de tiempo. Hablo aquí de ese pequeño resto que desde ya tiene que prepararse para sobrevivir y refundar después, si es que hay un después, la humanidad.

Atracción

Tenemos que llamar, atraer, si, pero por nuestra calidad, no por nuestra cantidad ni por el ruido que seamos capaces de hacer. ¿Cómo el espíritu les comunica a los otros nuestra calidad? Es imposible saberlo exactamente. Lo cierto es que nuestra desconfianza y temor nos empujan a afirmarnos primero en nuestra cantidad y en nuestros ruidos, porque al verlos y oírlos nos parecen reales, pero estamos llamadas y llamados a insistir en Ser, sobre todo en los momentos y lugares en que esa insistencia parece más estéril y vacía. Es allí donde mejor comulgamos con la aparente esterilidad y vacío de la eficacia eucarística de Jesús resucitado, que ya no hace nada por sí mismo sino que lo delega todo a su cuerpo místico. El contemplativo está llamado a delegarlo todo, mediante su Ser-Hacer eucarístico, de la misma manera que lo hace Cristo resucitado. Esa es su eficacia, su función en la Iglesia.

5.02.2006

La América

“No hay buena fe en América, ni entre los hombres, ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones, libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía; y la vida, un tormento.”

“La América es ingobernable; los que han servido a la revolución han arado en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a las de tiranuelos imperceptibles, de todos colores y razas, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, ese sería el último período de la América.”


Así habla Simón Bolívar al final de su vida citado por Alcides Arguedas en su libro Pueblo Enfermo. Y a continuación escribe: «Es el vidente que anuncia». Sobran los comentarios, es cierto, dolorosa y desesperantemente cierto: no hay buena fe en América. El dato, independiente a todo posible análisis o juicio, es que (hay que repetirlo) algo sigue torcido en nosotros; algo que seguramente surgió cuando nuestro propio y original desarrollo fue truncado violentamente por la barbarie de la conquista. No se trata de creer ingenuamente que antes si éramos rectos, vivíamos en el paraíso, sino de reconocer que por lo menos éramos «nosotros»: a pesar de todas nuestras limitaciones teníamos un camino propio y una forma propia de andar ese camino, podíamos aspirar a una forma propia de rectitud, pero después empezamos a ser un injerto extranjero sembrado de la peor manera en una raíz espiritual que aunque no pudo ser extinguida por completo terminó siendo, allá en el fondo de nosotros mismos, una especie de tumor indeseable. Ya. ¿Qué hacemos hoy con todo eso? ¿Cómo corregimos hoy, aquí, en las circunstancias que nos toca vivir, los genes espirituales -propios o injertados, eso ya no importa- que nos empujan a ser multitud desenfrenada, tiranuelos imperceptibles, masas devoradas por todos los crímenes y extinguidas por la ferocidad, caos primitivo? No es mucho lo que hemos avanzado desde que decidimos emanciparnos de Simón Bolívar. Su profecía se cumple cabalmente: vamos de vuelta al caos primitivo. Se puede afirmar al pie de la letra, punto por punto, que las constituciones son libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía; y la vida, un tormento. Son cientos los bolivianos que corroboran cada día, atravesando las fronteras, que La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. El mismo panorama con ingredientes y acentos particulares se repite en el resto de países de la América.

¿Cómo podemos recuperar nuestra buena fe?

Ayer, primero de mayo, el presidente Evo Morales nacionalizó la propiedad de los hidrocarburos. Las transnacionales dijeron que fue una medida "demasiado drástica".