10.18.2006

Santidad


Si no nos diera (qué será: miedo? pudor?) tendríamos que afirmar abiertamente que cada vez creemos menos en las intervenciones humanas. Es decir, prácticamente ya no creemos para nada en las intervenciones humanas. Y da miedo porque al fin de cuentas dependemos de esas intervenciones para sostener nuestra vida y la ilusión de que nos hacemos inmunes al sufrimiento, pero sabemos que esa vida sostenida con miedo es apenas una «vidita» minúscula. La verdadera Vida nos espera más allá, en el descaro total de los que no defienden nada y lo aceptan todo. ¿Algún día sentiremos en el pecho el pálpito humano que quizá sientan los que lanzan su vida por esa pendiente y se atreven a correr los riesgos que semejante paso conlleva? Mejor dicho: ¿algún día sentiremos lo que sienten los santos? ¿O acaso los santos, aunque se atreven, sólo sienten lo que estamos sintiendo? ¿Cómo saberlo?

Santidad. El caso no es empeñarse en eliminar por completo nuestras basuras sino en aprender a convivir con ellas evitando al máximo la contaminación, aunque para ello sea necesario desarrollar un método profiláctico tan eficiente que permita no contaminarse aunque se tenga que revolcar uno todo el día entre inmundicias. Sin ser ilusos, lo sano (¿lo santo?), accesible para nosotros, es mantener un nivel de basuras que no nos desborden y dejarnos tocar sólo por un tipo de infecciones no mucho más fuertes que nuestras defensas naturales y que puedan ser por lo menos controladas con los medicamentos que tenemos a mano. Si logramos sostener ese equilibrio le daremos espacio a nuestras defensas naturales para que se fortalezcan y ganaremos fuerzas para incinerar un poco más de basuras cada día.

Santidad siglo XXI. Hay un Proyecto que en sí mismo no tiene un objetivo que cumplir sino que se ocupa exclusivamente de crear el espacio y las condiciones que hacen posible el cumplimiento y desarrollo de todos los demás proyectos. Lo que Hace no es ser eficaz en ningún sentido particular sino establecer vínculos, propiciar asociaciones, incitar desplazamientos. Es como el sistema operativo de un computador, que no es un programa con funciones específicas determinadas y delimitadas sino que está ahí como telón de fondo para permitir (haciendo todo lo que haga falta hacer de la manera más discreta y eficiente posible…) que los programas “corran” y cumplan cabalmente las funciones para las que fueron creados. Pónganle el nombre que quieran a ese proyecto: contemplativo, místico, artístico. Yo agregaría: Nazaret. Espiritualmente hablando no es momento de crear nuevos programas -estamos saturados de programas-, es momento de actualizar y agilizar el viejo y fatigado sistema operativo antes de que nuestra totalidad colapse en el caos interno generado por tantos programas queriendo correr desenfrenadamente al mismo tiempo. Cuestión de colocarle acentos a las prioridades.

10.16.2006

Señales


Ustedes me buscan, no porque han visto señales, sino porque han comido panes y se han saciado. Obren, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les da el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre Dios ha marcado con su sello.

Cierto es que la tendencia humana más fuerte consiste en buscar aquello que llena el estómago, pero también cierto es que hay hombres y mujeres -quizá la mayoría- que no tienen oportunidad de ver señales porque no hay casi nadie que se dedique a ese oficio: generar señales. Y generar señales consiste en obrar, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les da el Hijo del hombre. No importa que los seres humanos permanezcan encerrados en su tendencia desaforada a buscar solamente aquello que les llena el estómago “hasta saciarse”, por más que quieran no pueden arrancar de sus entrañas esa brújula interna que los hace desear, a favor de lo mejor de sí mismos, de su identidad divina, ver señales. Y cuando logran ver una señal les brotan de donde menos esperan, gestos, palabras y sentimientos de vida eterna. Ser cristiano, ser seguidor o seguidora de Jesús de Nazaret, es dedicarse al oficio de generar señales, no porque dejemos de responder a las necesidades del estómago, sino porque solamente quienes viven ya la vida eterna, quienes generan y reconocen las señales, pueden vivir una justicia divina, la única que multiplica el pan para todos y todas sin imponer ninguna forma de injusticia o de opresión a nadie. Quien genera señales provoca, quien provoca despierta, y quien despierta vive y hace posible que otros vivan la vida eterna.