7.03.2006

Lo que falta

... me alegro de lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando, en mi propio cuerpo, lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la Iglesia, que es su cuerpo (Col 1, 24). ¿De qué manera estamos llamados y llamadas a sufrir a comienzos del siglo XXI para completar en nuestro cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo por la Iglesia? Para responder esta pregunta hay que tomar en serio el enfrentamiento de Jesús con María que está sentada a sus pies para escuchar lo que dice, y con Marta, que, atareada con muchos quehaceres, le recrimina: Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. He aquí su famosa respuesta: Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero solo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte y nadie se la va a quitar. Cada día es más evidente que estamos siendo llamados y llamadas, cueste lo que nos cueste, a sentarnos a los pies de Jesús para «únicamente» escuchar lo que nos dice, abandonando, incluso irresponsablemente, los muchos afanes y quehaceres que nos empujan a hacer y hacer y hacer… Los inútiles sufrimientos que nos salgan al paso en ese camino, empezando por nuestra propia recriminación, son los que tienen la capacidad de completar hoy los sufrimientos de Cristo por la Iglesia, y son además, en términos prácticos, la única forma de hacer (aunque parezca puro fracaso y esterilidad) que no termina alimentando el caos de muerte en el que nos hemos hundido con nuestros muchos, bienintencionados y “cristianos” afanes. Las respuestas de Jesús, todas sus respuestas, van en la línea de la más radical eficacia. Ninguno de nosotros puede ser tan eficaz como lo es Él con sus aparentes fracasos y silencios, por eso el camino de nuestra eficacia pasa por dejar de inquietarnos por muchas cosas y sentarnos a sus pies para escuchar lo que dice. A Jesús no le preocupa que quienes estén atareados con sus muchos quehaceres y afanes se queden solos y sin ayuda, tal y como ellos mismos han decidido, porque quien no lo escucha permanece fuera de sí y no puede ser ayudado de ninguna manera por nadie. Preocuparse por ellos es algo que no tiene sentido porque es perfectamente ineficaz, incluso para ellos mismos. La providencia que mueve montañas, que hace que los hombres y las mujeres puedan caminar sobre las aguas, que conduce pueblos hacia la tierra prometida, está del lado de quienes optan por sentarse a sus pies para escuchar lo que dice, aceptando el tipo de sufrimientos que ese gesto les acarree. Estoy muy cansada desde hace algunos días, pero eso pasará como todo lo demás. Todo progresa siguiendo un ritmo profundo, un ritmo propio en cada uno de nosotros. Debería enseñarse a la gente a escuchar y respetar ese ritmo: es lo más importante que un ser humano puede aprender en esta vida. No lucho contigo, Dios mío. Mi vida no es más que un largo diálogo contigo. Es posible que no llegue a ser nunca la gran artista que quisiera ser, pues estoy demasiado bien resguardada en Ti, Dios mío. A veces quisiera grabar con un buril pequeños aforismos y pequeñas historias vibrantes de emoción. Pero la primera palabra que me viene a la mente, siempre la misma, es «Dios», que lo contiene todo y hace inútil todo lo demás… (Etty Hilessum.)