5.22.2006

Ceguera

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo… ¿Por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres conciente de la viga que tienes en el tuyo? Saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano (Lc 6, 39). Ningún acto humano es inocente: Quiéralo o no, lo sepa o lo ignore, todo hombre se ve forzado, en cada instante de su vida, a dar testimonio de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Quien compra un pan anuncia la muerte de Cristo... (León Bloy). Al final, la manera de sacar la pelusa del ojo de mi hermano no puede consistir sino en la dedicación exclusiva a sacar la viga del propio ojo para ver con claridad. Para hacer otra cosa haría falta vivir más de doscientos años. La eficacia divina de cualquier acción depende de la claridad (santidad) sobre la que se afirme. No existen acciones humanas, existen sólo acciones divinas afirmadas en diferentes niveles de claridad. Incluso en los campos que pudiéramos considerar más exclusivamente humanos, la única manera de obtener una eficacia que no nos destruya es apelando a nuestra capacidad divina de acción. Algo se desarrolla delante de nosotros pero con nuestra visión oscurecida no podemos saber lo que realmente Es. Pensar, sentir y actuar en base a los datos que nos da nuestra sola visión no es más que profundizar el malentendido, descender a un piso más oscuro del hoyo. Habitar divinamente un lugar, ser eficaz en ese lugar, depende de la claridad a la que se sea vulnerable en él, porque cada lugar ofrece una manera original de sacar la viga del propio ojo. Percibir esa manera, aceptarla, obedecerla, es el camino para desarrollar, promover, liberar ese lugar, aunque nueve de diez veces quien anda por aquí parece no que interviene sino que se margina, que se pone a un lado.

No hay comentarios: