2.12.2007

Hijos

Un hijo es siempre, de una o de otra manera, la consecuencia del tipo de relación que viven sus padres. No es el resultado de un aporte, por muy fuerte y grande que éste pueda ser, ni es la sumatoria más o menos mecánica de dos aportes: es el fruto de la relación establecida entre esos dos aportes. Más que los aportes en sí mismos pesa la relación que establecen. Es imposible dispensar a un hijo de las consecuencias de la relación que lo trajo al mundo. Por eso para ser buen padre o buena madre no hace falta tener muchos talentos, mucho que aportar, basta con saber relacionarse. De hecho, algo de lo peor que le puede suceder a un hijo es tener padres que pongan el acento en los talentos que ellos le pueden aportar (y que a él se le impone el deber de desarrollar) y no en la calidad de su relación de pareja. La calidad humana de un hijo no puede ser sino una añadidura, una consecuencia inevitable de la calidad de relación que viven sus padres.
Dios quiere probar a Abraham y le dice: Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, en un cerro que yo te indicaré. Abrahán sabe que lo mejor para su hijo se esconde no en las buenas intenciones de su propio amor, por grande y previsivo que sea, sino en la voluntad de Dios sobre él, por muy oscura y dolorosa que pueda parecerle, y no duda un solo segundo en hacer lo que se le dice. La obediencia inmediata a una orden tan “aparentemente” cruel es la única forma que tiene él, el elegido, de evitar que la vida de su hijo sea destruida por las consecuencias de su propia relación con el absoluto. Para ser padre, sin dañar al hijo, hay que hacer voto de castidad.

La única manera de por lo menos atenuar en los hijos las propias deformidades, es haciéndose a un lado y dejando que los otros sean también su padre y su madre. Obviamente, no en el sentido de renunciar a la propia responsabilidad, ni de abrir ingenuamente la puerta al primer aparecido. Esos otros son los otros con los que formo una comunidad, mi comunidad, mi verdadera familia. De hecho, la única que puede formar a un ser humano es una comunidad.

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